jueves, junio 07, 2007

UNA GUERRA MEDIATIZADA


Por: Miguel Montes Camacho

Los atentados del 11 de septiembre contra las extintas Torres Gemelas de Nueva York fue un hecho sin precedentes que cambió para siempre el destino del mundo y a su vez se constituyó en el punto de partida de una guerra encarnizada en la que han intervenido además de armas y balas, caudalosas corrientes de información que invaden los hogares de miles de personas sin importar el punto geográfico en el que éstas se encuentren.

La prueba fehaciente de ello está en que solo transcurrieron unos minutos luego del impacto del primer avión para que miles de personas en el planeta vieran en sus pantallas las imágenes que transmitía en directo la cadena de información continua CNN (Cable News Network), gracias a la señal emitida desde una cámara de que dispone permanentemente sobre un techo de New York y que permite filmar la ciudad.

En todos los idiomas y países ya se hablaba de lo sucedido en el corazón de la “capital del mundo”, pero lo causó especial revuelo fue la revelación transmitida por CNN, en la que se señalaba a Osama Bin Laden como el directo responsable del hecho, tal como se había hecho público por parte de una fuente oficial anónima.

La población planetaria conoció esa información y como era de esperarse reprodujeron incesantemente la acusación en contra de Bin Laden, quien desde ese instante pasó del anonimato absoluto a la palestra pública orbital como un ser despiadado y diabólico que se había atrevido a insultar al poderío occidental.

Al otro lado del globo, la cadena noticiosa qatarí Al-Jazeera, a la que muchos llaman la CNN de oriente, ofrecía por medio de su vasta señal un cubrimiento especial del hecho que contrastaba claramente con lo que podían observar los millones de televidentes que recibían los mensajes emitidos por las cadenas americanas.

Mientras en CNN aparecía el rostro de George W. Bush anunciando las consecuencias que tendría para el mundo musulmán un ataque de tal magnitud, Al –Jazzeera reproducía entrevistas con los máximos dirigentes talibanes e incluso con Osama Bin Laden, que databan de meses antes de perpetrados los atentados y por supuesto luego de los mismos.

Esto fue considerado por la autoridad estadounidense como un ataque directo a sus intereses al punto de que una semanas después de lo atentados la embajada norteamericana en Qatar, se pronunció enérgicamente en contra de las autoridades del país para protestar contra la actitud del canal al cual acusaron de dar una cobertura sesgada de los acontecimientos, así como de animar sentimientos antinorteamericanos en el Medio Oriente.

Mientras eso sucedía la cadena noticiosa por excelencia en el mundo, CNN, continuaba arrojando nuevos datos sobre los atentados y narrando la proeza de un pueblo al que siempre mostraron pujante e inquebrantable en su voluntad para salir avante por encima de elevado número de víctimas, que entre otra cosas, nunca pudo ser registrado por fotógrafos ni camarógrafos ya que fueron obstaculizados por las fuerzas militares y policivas estadounidenses en su afán por ocultar lo que todo el mundo quería saber pero que ellos no estaban dispuestos a conceder.

Así tenía que ser porque desde que Estados Unidos se consolidó como potencia económica, política y militar en el mundo se ha regido por una directriz comunicacional que no admite de ninguna manera mostrar imágenes o difundir mensajes en los que se muestren los horrores de la guerra y el costo en sangre que ha representado para sus tropas la intervención y guerras libradas en diversos territorios.

Así fue en Vietnam y así debía mantenerse en el de la arremetida contra el World Trade Center y para ese propósito estaba dispuesto CNN poniendo al servicio de la “patria” toda su plataforma tecnológica empleada al máximo para seguir reforzando el imaginario de una guerra entre buenos y malos en la que los primeros nunca derraman lágrimas ni sangre, mientras que los villanos terminan humillados y muertos.

Tras ese septiembre oscuro para la historia de la humanidad lo que se desató fue una avanzada militar de la primera fuerza bélica global para derrotar lo que ellos señalaban como una amenaza para el orden y la paz mundial, se trataba nada más y nada menos, que de los países tercermundistas del oriente medio, Afganistán e Irak, blancos seleccionados estratégicamente por los norteamericanos para vengar y hacer honor a la memoria de sus miles de compatriotas muertos en las Torres neoyorquinas.

La guerra se convirtió entonces en un espectáculo grandioso y correcto, en el que los héroes mantenían su paso victorioso por los campos de batalla y solo el osado Al-Jazeera quiso mostrar la magnitud del conflicto difundiendo imágenes de los cientos de militares y civiles iraquíes tendidos en las calles pero de igual forma y sin temores de ninguna especie a los prisioneros de guerra estadounidenses y de su descalabro moral.

El departamento de Estado vocifera una vez más repudiando la labor del medio qatarí aduciendo que éste viola concientemente los acuerdos logrados al repecto en las convenciones de Ginebra y poniendo como ejemplo del correcto ejercicio periodístico a CNN, en un claro intento por conservar su posición de cadena mundial de referencia, que cada vez más siente el peso de ser considerada un elemento propagandístico e ideológico del estado norteamericano, que no soporta ver rondar en los medios una idea distinta a la libertaria propuesta por ellos.




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