miércoles, abril 05, 2006

LA ENSEÑAZA DE LOS VIEJOS


Por: Miguel Montes Camacho

Cuando somos jóvenes creemos ser dueños del mundo, nada parece poder detenernos y la vida con sus afanes nos lleva de un lado a otro sin ni siquiera darnos cuenta.

Mi historia comienza en momento en que ingreso a décimo grado de bachillerato, es en ese curso en el que a todos y cada uno de los alumnos se nos obliga a cumplir con un determinado número de horas de servicio a la comunidad, es un momento que nunca deseé que llegara y mucho menos imaginé que dejara en mí una experiencia inolvidable.

Después de toda una mañana de clases, en una de esas calurosas tardes de febrero en la que el sol calienta con todo sus fuerzas y en la que lo único que deseaba era llegar a mi casa, entraba la señora Leonor al salón en el que nos encontrábamos reunidos alrededor de cuarenta estudiantes, ella era la encargada de designar a todos y cada uno un sitio en el que prestaríamos nuestro servicio comunitario, uno a uno fuimos pasando los estudiantes y todos salían con caras de decepción ya que más veíamos esta labor más que un acto de solidaridad un duro castigo que sea como sea teníamos que asumir.

En el instante en que Doña Leonor me dijo que me había sido designado un asilo como lugar de trabajo, pensé inmediatamente en ancianos moribundos y aburridos, olores fétidos y quejidos, no podía creer que hubiese contado con tan mala fortuna; pero me resigné rápidamente y me dije a mí mismo entre más pronto comiences más rápido cumplirás tu condena.

Al siguiente día ya estaba en el asilo San Antonio cuando llegué todos los viejitos me miraban de pies a cabeza y yo me sentí un poco intimidado al ver tantas personas a las que ahora me tenía que enfrentar por un compromiso que de no muy buena gana había adquirido.
La directora del lugar lo primero me advirtió que tratar con estas personas iba a ser una experiencia muy enriquecedora para mi vida, pero que era muy importante la voluntad y la paciencia que de mi parte debía ser aportada, su charla introductoria cambió en cierta manera la actitud que yo traía al momento de llegar al asilo.

Tan pronto terminé de hablar con la directora me dirigí hacia uno de las habitaciones del lugar, habían muchísimas camas apenas y me podía mover, en una de las camas se encontraba una ancianita la Señora María, era una de las más viejitas del lugar, tanto que incluso los demás señores que estaban albergados en el asilo le decían abuela. Era una señora a la que se le notaban los años, su rostro cansado y su cabello blanco y alborotado, pero sus años vinieron cargados de mucha experiencia hablamos de todo un poco, de su familia de la mía de sus preocupaciones y lo que más me llamaba la atención era su afán por siempre dar un consejo, se veía realmente contenta y era fácil entender lo que sentía porque a esa edad y en lugar como ese es bastante complicado que una persona se sentara a conversar con ella, toda la tarde nos la pasamos conversando e incluso me demostró sus dotes de cantante al interpretar canciones que jamás había escuchado pero que sin duda le salían del alma.

Esa tarde me fui muy feliz para mi casa, ya no pensaba que era una tragedia ir unos días a la semana a visitar a los viejitos, cada día era una nueva historia, realmente me entretenía y me reía mucho, igual ellos podían sentirse importantes por un instante, podían sentir que alguien los escuchaba y los tenía en cuenta, y eso para mi era gratificante.

Con esa experiencia logré comprender la importancia de ayudar a aquellas personas que lo necesitan, en ocasiones somos egoístas y empleamos todo nuestro tiempo y energía sólo para satisfacer nuestras vanidades, pero nos olvidamos de esas personas que sólo necesitan que se les escuche y se que les haga sentir importantes. Tenemos mucho que aprender de nuestros viejos, esos que han ganado cada una de sus canas con miles de experiencias y diversos caminos recorridos por la vida, y de alguna manera también en ellos podemos encontrar un reflejo de lo que seremos más adelante, si tenemos larga vida tarde o temprano llegará el momento en que nuestra juventud solo vivirá en el recuerdo y en el que nuestro único presente serán los años en que cada día conduce hacia nuestro destino final.

2 comentarios:

Gin@ Romero dijo...

hola miguel, en verdad mellenade alegria leerestas palabras, porque demuestran la nobleza que llevas por dentro, si algún día quieres volver a vivir esa experiencia tan gratificante ya sabes que solo tiensque decirlo.

atte ginita

Gin@ Romero dijo...

hola miguel, en verdad me llena de alegria leer estas palabras, porque demuestran la nobleza que llevas por dentro, si algún día quieres volver a vivir esa experiencia tan gratificante ya sabes que solo tiensque decirlo.
atte: ginita